La innovación sigue siendo la estrategia para el crecimiento en el mundo cambiante de hoy, y las marcas innovadoras están destinadas a crecer. La agilidad será clave para lograr su éxito; si logran encontrar, de forma ágil, las ideas correctas para sus marcas, dándoles vida y activándolas con éxito, de manera que realmente se conecten con las personas en la velocidad adecuada, significará la diferencia entre el éxito y el fracaso.
La pandemia del COVID-19 ha sacudido casi todos los aspectos de nuestras vidas. Es poco probable que, a partir de ahora, nuestra rutina se parezca a la que llevábamos antes del confinamiento; esto emerge como la principal motivación para aquellas marcas que quieren continuar creciendo, aún bajo este contexto. Replantearse el enfoque estratégico será de vital importancia, e innovar durante este escenario de recesión parece ser el camino para despegarse de la competencia.
El nuevo marco representa una oportunidad, no solo para reevaluar el plan de negocios y el portafolio de productos, sino también para comprender las necesidades y tensiones emergentes, intuir cómo aprovechar los recursos limitados con los cuales contamos en este contexto para garantizar el desarrollo y la entrega de una propuesta de valor para los consumidores. Allí es donde interviene la innovación.
Sin embargo, para conseguir trazar ese nuevo camino con cierta claridad, es necesario haber prestado atención -con los ojos y la mente en abierto- a los cambios de hábitos, a los nuevos comportamientos de los consumidores y, en base a eso, a las oportunidades que puedan presentarse.
Los momentos de crisis son oportunidades de crecimiento para quienes lo sepan aprovechar. El contexto social y económico abre el camino a una evolución de comportamientos, actitudes y necesidades que repercuten en oportunidades de lanzar innovaciones
al mercado. La creación de una correcta propuesta de valor es clave para tener éxito en estos momentos de presión social y económica.
A pesar de que las marcas pueden haber captado este concepto, es posible que les cueste capitalizarlo en una estrategia en medio de la recesión; sin embargo, quedarse de brazos cruzados y continuar con el camino pre-pandémico parece el peor error. Por eso, es importante retomar los planes de innovación de las marcas, reevaluarlos y nutrirlos, si es necesario, ya que será fuente de creación de valor en estos tiempos de recesión económica. Luego, deberán validar con los consumidores que estas innovaciones conforman una propuesta de valor relevante para ellos; es decir, que responden a sus nuevos comportamientos y necesidades.
Estar atentos a los cambios, como mencionamos antes, emerge como pieza clave. Es importante apalancarse de tendencias que se reforzaron en la situación que vivimos, como la disrupción digital, la búsqueda de protección para salud, la situación económica y el sentido de comunidad, además de la búsqueda de un bienestar holístico.
Si sabemos que la innovación genera valor y que es complejo encontrar aquella que impactará el mercado y en la empresa, encontrar mecanismos que permitan aminorar el riesgo se vuelve clave. Se trata de poner al consumidor en el centro del proceso, desde las necesidades hasta sus reacciones a lo que se está creando, para identificar aquella innovación y contar con información precisa rápidamente. Llevar este aprendizaje a las fases posteriores de un proyecto, basándose en experiencias anteriores, en un tiempo récord, será de gran ventaja para la empresa que lo sepa capitalizar.
Los equipos que están involucrados en el viaje de la innovación deberían ser capaces de gestionar los activos de innovación de manera rápida, sencilla y perspicaz. Con activos de innovación, me refiero a las escalas del viaje de innovación, desde una sencilla idea de producto a su desempeño en condiciones realísticas de uso, pasando por la selección del mejor concepto y del empaque que traducirá físicamente ese concepto.
Nos encontramos ante la tormenta perfecta
La pandemia del COVID-19 ha sacudido casi todos los aspectos de nuestras vidas. Es poco probable que, a partir de ahora, nuestra rutina se parezca a la que llevábamos antes del confinamiento; esto emerge como la principal motivación para aquellas marcas que quieren continuar creciendo, aún bajo este contexto. Replantearse el enfoque estratégico será de vital importancia, e innovar durante este escenario de recesión parece ser el camino para despegarse de la competencia.
El nuevo marco representa una oportunidad, no solo para reevaluar el plan de negocios y el portafolio de productos, sino también para comprender las necesidades y tensiones emergentes, intuir cómo aprovechar los recursos limitados con los cuales contamos en este contexto para garantizar el desarrollo y la entrega de una propuesta de valor para los consumidores. Allí es donde interviene la innovación.
Las oportunidades están, sólo hay que tener los ojos bien abiertos
Sin embargo, para conseguir trazar ese nuevo camino con cierta claridad, es necesario haber prestado atención -con los ojos y la mente en abierto- a los cambios de hábitos, a los nuevos comportamientos de los consumidores y, en base a eso, a las oportunidades que puedan presentarse.
Los momentos de crisis son oportunidades de crecimiento para quienes lo sepan aprovechar. El contexto social y económico abre el camino a una evolución de comportamientos, actitudes y necesidades que repercuten en oportunidades de lanzar innovaciones
al mercado. La creación de una correcta propuesta de valor es clave para tener éxito en estos momentos de presión social y económica.
Innovar ágilmente poniendo al consumidor en el centro
A pesar de que las marcas pueden haber captado este concepto, es posible que les cueste capitalizarlo en una estrategia en medio de la recesión; sin embargo, quedarse de brazos cruzados y continuar con el camino pre-pandémico parece el peor error. Por eso, es importante retomar los planes de innovación de las marcas, reevaluarlos y nutrirlos, si es necesario, ya que será fuente de creación de valor en estos tiempos de recesión económica. Luego, deberán validar con los consumidores que estas innovaciones conforman una propuesta de valor relevante para ellos; es decir, que responden a sus nuevos comportamientos y necesidades.
Estar atentos a los cambios, como mencionamos antes, emerge como pieza clave. Es importante apalancarse de tendencias que se reforzaron en la situación que vivimos, como la disrupción digital, la búsqueda de protección para salud, la situación económica y el sentido de comunidad, además de la búsqueda de un bienestar holístico.
Si sabemos que la innovación genera valor y que es complejo encontrar aquella que impactará el mercado y en la empresa, encontrar mecanismos que permitan aminorar el riesgo se vuelve clave. Se trata de poner al consumidor en el centro del proceso, desde las necesidades hasta sus reacciones a lo que se está creando, para identificar aquella innovación y contar con información precisa rápidamente. Llevar este aprendizaje a las fases posteriores de un proyecto, basándose en experiencias anteriores, en un tiempo récord, será de gran ventaja para la empresa que lo sepa capitalizar.
Los equipos que están involucrados en el viaje de la innovación deberían ser capaces de gestionar los activos de innovación de manera rápida, sencilla y perspicaz. Con activos de innovación, me refiero a las escalas del viaje de innovación, desde una sencilla idea de producto a su desempeño en condiciones realísticas de uso, pasando por la selección del mejor concepto y del empaque que traducirá físicamente ese concepto.